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Me dicen que nací tarde para todo:
Para la radio libre, para los fanzines caseros, para los recitales en sótanos llenos de humo y misterio. Pero igual llegue a tiempo para una cosa y me metí por la ventana de un internet que ya no existe, cuando las páginas eran diarios personales, los foros sonaban a plazas de pueblo y nadie te pedía likes para escucharte. Era todo más crudo, más humano, más libre.
Después vinieron las redes sociales, los influencers, las métricas y las mascaritas de plástico.
Todos corriendo detrás del algoritmo como si fuera una zanahoria mágica.
Yo me quedé mirando desde afuera, con las manos en los bolsillos y una sonrisa torcida, porque eso nunca fue lo mío.
Prefiero las charlas de café, las ideas que se escapan de los márgenes, los proyectos que no buscan fama sino verdad.
No vine acá para ser alguien.
Vine para ser nadie.
Un fantasma digital, un peregrino que dejó atrás las autopistas saturadas para perderse en los caminos secundarios, donde todavía se pueden encontrar voces auténticas, relatos rotos y risas de medianoche.
Este blog no es un altar ni una tribuna.
Es una fogata virtual, una charla sin guión, un refugio para los que buscan algo más que contenido masticado y listo para tragar.
No tengo grandes verdades, pero tengo anécdotas desprolijas.
No hago promesas, pero me gusta compartir lo que encuentro en el camino.
No sé hacia dónde voy, pero sé que voy despacio, sin prisa, y que disfruto más el viaje que el destino.
No busco aprobación. No busco aplausos.
Busco momentos.
Porque, al final, los mejores lugares no aparecen en los mapas, ni en los trending topics.
Están en los márgenes.
En esas esquinas digitales donde todavía se escuchan risas, canciones viejas y las voces de los que no corren detrás del circo.
"Soy un hippie digital, un marginal de la señal, un loco de la banda ancha que prefiere las conversaciones a fuego lento."
Bienvenido. Traé tu café, y quedate el tiempo que quieras.
Esto no es un show.
Es un fogón.
